vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Jn 3:19–20). Es difícil admitir que amamos las tinieblas, pero sabemos que es verdad. Todos hemos hecho cosas malas y las hemos ocultado, temiendo ser expuestos. Hemos intentado olvidar los recuerdos, ignorar la conciencia y medicar el dolor. Es duro enfrentarnos a nosotros mismos honestamente.
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